lunes, 18 de mayo de 2009

La Psicologia en construcción del conocimiento.

Vivimos en un mundo posmoderno en el que los valores, proyectos e ideales de la modernidad parecen ya no ser la respuesta adecuada a los nuevos problemas a los que nos enfrentamos. Nos hemos quedado sin respuestas para tantas cosas y con las mismas preguntas sin resolver.
Las condiciones de vida actuales han venido a transformar este mundo hasta tal punto que nuestras certezas han quedado desconcertadas, sorprendidas, confundidas, nuestras instituciones han quedado apabulladas, oscurecidas, descalificadas, y nuestra labor se enfrenta a diario con desafíos que parecen más ser del orden del absurdo y lo fantástico que de lo pedagógico o escolar.
Sin embargo, también sabemos que la escuela cumple hoy, más que nunca una función social irrenunciable y, que el valor del conocimiento que la escuela le puede ayudar a construir a niños y jóvenes es y será una de las herramientas más valiosas.
Por otra parte, la celeridad de la transformación de los conocimientos y la enorme cantidad de información y saberes que se generan a diario en el mundo, hace que sea indispensable ya no sólo, acercarle la cultura tal y como la conocemos sino, fundamentalmente, ayudarle a construir genuinas estrategias para aprender hoy y seguir aprendiendo en el futuro, con la certeza de que, dichas estrategias los pondrán también en mejores condiciones para ser productores de cultura.
Los procesos a partir de los cuales se puede dar cuenta del aprendizaje tienen una complejidad difícil de explicar, pues todo intento de explicación es siempre, y de alguna manera, una simplificación o banalización. Cualquiera que haya intentado enseñar algo a alguien, puede advertir, al menos de manera intuitiva, cuántos aspectos se ponen en juego para ayudar o dificultar la comprensión mutua, como así también la cantidad de esfuerzo que uno y otro deben realizar para lograr construir unos códigos que les permitan una "comunicación" más o menos productiva, más o menos inteligible.
No solo se producen desencuentros de sentidos al intentar enseñar y aprender, muchas veces los desencuentros también se producen en relación a los deseos puestos en el enseñar y el aprender, y así solemos encontrarnos con temas que nos resultan menos interesantes, menos accesibles a nosotros mismos, como docentes y también a nuestros alumnos. Otras veces nos encontramos con verdaderas murallas que unos u otros solemos levantar de manera más o menos conciente, haciéndose casi imposible el vínculo mínimo, indispensable para entablar el primer diálogo que nos convoca a docentes y alumnos en la tarea de aprender.
A veces, cuando advertimos estas "murallas" en nuestros alumnos, puede que estemos tentados a dejar a ese alumno "en su mundo", o a imponerle, de manera más o menos autoritaria, la obligación del trabajo escolar. En ninguno de estos casos logramos nuestro objetivo. El problema del interés previo del alumno por aprender es un gran interrogante y, a veces, un insondable misterio que se nos opone de antemano. ¿Qué les interesa a nuestros alumnos?
Si creemos con real convicción, en lo interesante del mundo de la ciencia o del arte que tenemos para compartir con ellos, tal vez podamos buscar nuevos modos para convocarlos, para desafiarlos, para crear en ellos nuevos interrogantes a partir de los cuales problematizar creativamente el mundo y la cultura.
Ahora bien, si el deseo, el interés por aprender y enseñar no está puesto ahí, en el aula, es muy difícil que algo de este esfuerzo por comunicarse y entenderse suceda.




"La escuela es todavía un lugar posible desde donde construir y sostener lazo social. Esa es hoy su función social más genuina".
LILIANA MARÍA URIBE

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